sábado, 16 de octubre de 2010

Sobre "La mujer anochecía" de Ada Menéndez. Por Rebeca Álvarez Casal del Rey


Si hay un adjetivo para definir la poesía de Ada Menéndez ese es valiente. Sin duda. Porque valiente es el que corre un riesgo, el que experimenta sin complejos, el que se expone sin la coraza de las referencias culturales. El que bordea los límites. Y los ensancha.

Hace aterrizar un ovni en su balcón, entre geranios y petunias, renunciando por igual a la puntuación y al discurso edulcorado. La expresividad está ahí, es el propio poema el que marca sus pausas, son las palabras las que exclaman sin necesidad de los signos.

Esa escritura tan coloquial y en cambio tan pulida, tan absolutamente propia. Tan mujer. Porque la escritura de Ada es mujer.

La mujer anochecía está escrita –descrita– desde la emoción. Desde lo cotidiano, la rabia, el deseo, el dolor de ovarios. Tan lejana a esos tiempos en que el estereotipo de lo femenino, en poesía (como en todo), lo marcaban los hombres.



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